miércoles, 23 de mayo de 2007

Los días de Domingo Daniel Rossi fuera de la intendencia: operetas, vendetas y mentirillas


Tiene una oficina frente al edificio municipal, en la sede del PJ. Está distanciado de su mujer, la diputada electa Patricia Díaz. Aunque terminó acatando la obligación de dejar el cargo, Rossi no cumple con la parte del fallo que lo condena.

“Si llega a ver un papel tirado en la calle, por favor me llama”. La frase, puesta en voz del entonces todopoderoso intendente de Santa Elena, Domingo Daniel Rossi, contenía muchos mensajes a la vez. Eso fue lo que le dijo a este enviado de este semanario –en noviembre último– el hombre que todavía resistía la destitución al frente de la Intendencia. Frase pintoresca y cuasi desafiante que quedó fuera de la entrevista porque el punto de interés era otro.Uno de los mensajes encriptados en esas palabras disfrazadas de pulcritud es el que revela que Rossi mantuvo el control total de su ciudad, incluso hasta del destino final del papelito que tira un chico después de desenvolver un caramelo. Es cierto, la plaza brillaba y al pasto se lo cortaba antes de que se anime a crecer; sólo que por esos días nadie discutía el aseo de la ciudad sino que el interés periodístico estaba centrado en la desventura de una ciudad gobernada por un político que ha sido condenado por enriquecerse ilícitamente al ritmo en que la población se empobrecía.Bajado Rossi por imperio de lo que quedó de una ley –diezmada por el actual oficialismo provincial– que no le permite a los intendentes condenado seguir gobernando, en Santa Elena apareció la contracara de lo que ese intendente entiende por una ciudad bien gobernada. El primer día de su ausencia tuvo como resultado una ciudad invadida de basura (...)

Bunker o municipio paralelo

Todas las mañanas hace la misma rutina. Se levanta temprano y a la hora habitual llega a su oficina. No ya en el edificio municipal, sino a la sede del Partido Justicialista ubicada también frente a la plaza principal. Allí recibe gente en audiencia y se muestra rodeado de la misma cofradía cortesana que lo acompañó en el despacho oficial. Le atienden el teléfono, le sirven el mate cocido y le llevan la agenda como si fuera el intendente en funciones.Domingo Rossi atiende desde el Partido Justicialista a quienes reclaman por el corte de servicios y la demora en el pago de los planes sociales. Nada importa si el dinero de la asistencia llega de la Provincia; el ex vicegobernador ha demostrado que él maneja aun la política del hospital público dependiente del Estado provincial. Incluso algunas voces críticas advierten que tiene fuerte incidencia sobre la Policía, de cuyas filas más encumbradas a nivel local salen los visitantes habituales del intendente en su nuevo refugio desde el 16 de abril, día en que se alejó oficialmente de la función.Nadie obligó políticamente a Rossi a acatar sus obligaciones a partir de la ratificación del fallo. Diez días antes, el intendente condenado aseguraba que tomaría licencia por dos semanas para atender su causa judicial. Sonaba increíble semejantes declaraciones que bien podría sintetizarse: se va porque quiere, no porque lo manda la ley y la Justicia. Había dicho también que al frente del Municipio quedaría su sobrino Leonardo Pérez, un abogado que preside el Concejo Deliberante.Hasta que algún asesoramiento a tiempo le hizo ver que no convenía seguir desentendiéndose de su obligación de condenado y que era momento de dar un paso al costado. Algunas voces autorizadas dicen que Rossi acató cuando le hicieron ver que no convenía ir a pedirle a la Corte Suprema de Justicia de la Nación que revise el fallo sin cumplirlo.

EL CRONISTA DIGITAL (EXTRACTO) 14.5.2007

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